Una reflexión rápida que ahí te dejo (ya me la saco de la cabeza y dejo de pensar, que es más lo mío).
Estas navidades, como tengo por costumbre, fui con mis colegas (hablo en el sentido laboral) a visitar una feria de artesanía. No diré en qué ciudad para que permanezca en el economato (por un tema de protección de datos, que se está poniendo últimamente…).
Mi amiga la bruji se encaprichó de una funda para gafas (la verdad es que la necesitaba) y además tenía una bruja…para qué quería ella más.
Entonces salió de mi interior el demonio de Tasmania que siempre está esperando cuartelillo para poder salir y desmelenarse. Poco más que le prohibí comprarla.
RAZONAMIENTO: ¿por qué compramos algo cutre, mal rematado poco trabajado con la excusa de que es artesano? Veamos, veamos, ejem, ejem… Un trabajo cutre siempre será eso, artesano o industrial (¿o alguien ha visto en la tienda de los chinos calidad de la buena y eso que son piezas seriadas sacadas del horno como galletas?)
Así que…querid@ amig@ cliente potencial de feria de artesanía. Cuando pares en un puesto por favor te pido que te tomes unos momentos para reflexionar si lo que estás comprando como artesano es de calidad o no. (Ya hablaremos en otra ocasión de si estás comprando algo hecho por el elemento folklórico que está detrás del mostrador o es simplemente un “compravendista” que compra al peso y vende por unidad).
Por cierto, que en cuanto a las características del trabajo hay que decir que es piel de ternera color granate pintada a pincel (no sé si sabes que lo de pintar cuero no me mola nada, que para eso está el papel o la tela o las paredes de los edificios institucionales). El cosido está hecho a mano. Y eso es to, eso es to, eso es todo amigooooos.
